La naturaleza es ya un regalo estético en sí misma y, a pesar de eso, es capaz de superarse con frecuencia, ofreciendo al poeta una nueva revelación de la realidad salvaje, una forma de epifanía o aware como suele decirse en el universo del Haiku.
Estas revelaciones estéticas en la naturaleza pueden ser clasificadas según un simple esquema. Por un lado, tenemos las que son fruto de la acción natural como el viento o el agua, y, por el otro, las que son fruto de la acción de los seres vivos. Dentro el primer grupo, el de los elementos, podemos dividirlo en tres categorías según a quién va dirigida la fuerza de la naturaleza: a la misma naturaleza, a los animales/vegetales o una creación humana.
- naturaleza vs naturaleza
- naturaleza vs animales
- naturaleza vs obra humana
La naturaleza contra ella misma, arboles caídos y agrupados, ya secos crean una entramado de ramas horizontales que contrastan con el verde de la mata vegetal circundante. El segundo ejemplo, la naturaleza contra un ser vivo, podemos observar una ballena moribunda empujada contra las rocas. Y por último, el tercer ejemplo muestra la naturaleza en acción contra una obra humana, que en este caso concreto, un desagüe de alcantarilla incrustado en la playa ha resultado una escultura minimalista.
Por otro lado, tenemos la acción de los animales o las plantas que al mismo tiempo también puede ser dirigida a la naturaleza, a los propios animales y plantas o a las creaciones humanas.
- animales vs naturaleza
- animales vs animales
- plantas vs obras humanas
Los animales dejan rastros en la naturaleza como un hueco lleno de raíces que un jabalí dejó en el bosque. Los mismos animales depredan a otros animales dejando sus restos esparcidos de manera extremadamente plástica como sucede con esta vaca en un prado de montaña. Y, con menos frecuencia, los animales también intervienen en las construcciones humanas ya que están protegidas contra éstos. Sin embargo, también son resultantes formas bellas en la acción del gorgojo en las construcciones de madera o las plantas que reconquistan su espacio.
Ante estas circunstancias, es recurrente plantearse si podemos hablar de creadores/artistas o de obras Land Art cuando a priori por parte de la naturaleza y los seres vivos no encontramos la intencionalidad o consciencia plena del ser humano. Por lo tanto, muchas preguntas son inevitables: ¿es el hombre el único «ente» que podemos considerar como creador de una obra artística? En el caso la naturaleza o «dios», ¿es también un artista Land Art? Y los animales sin conciencia, ¿deberían ser reconocidos por su talento estético?
En mi opinión, la acción humana no es la única responsable de producir obras estéticas o artísticas en la naturaleza, o dicho en otras palabras, no sólo podemos reducir el Land Art a la creación humana por el mero hecho de tener consciencia e intencionalidad. Porque si así fuera, ¿no estaríamos cayendo en especifismos? La creatividad humana tiene una base muy importante en la arbitrariedad y casualidad, a pesar de nuestra cognición y legado cultural. Porque si lo importante es la razón y la acumulación de conocimiento, entonces quizás no estamos hablando de arte sino de evolución epistemológica o lógica formal, y eso sí es es un terreno más propio de la teoría que de la praxis. Y el arte es indudablemente práctico a pesar de los titánicos esfuerzos del arte contemporáneo por revertir este planteamiento.
Muchas de las intervenciones de los animales que incluso aquí hemos considerado pueden ser adscritas a la esfera de la comunicación, desconocemos en qué medida e intensidad. Como los pájaros que construyen nidos hermosos para atraer a las hembras. ¿No es esto expresión artística cuando el sexo opuesto juzga la estética? Tal vez sí. Y las plantas, ¿crean o no crean? Pues, a un primer nivel, seguro se comunican con ellas mismas tal y como los estudios científicos revelan. Por ejemplo, sabemos que los árboles se comunican entre ellos y reaccionan con otros seres vivos: hongos, plantas y animales. Ahora bien, de comunicarse a crear media una distancia aún, o no, de lo contrario, ¿quién debería establecer dicho límite arbitrario?.
La creación estética animal (o vegetal) puede ser aceptada con reticencias por los escépticos porque compartimos similitudes con ellos. Sin embargo, la creatividad estética de la misma naturaleza supone cruzar un límite complicado. Podríamos hacer una reducción al siguiente argumento: si humanos y animales son naturaleza o manifestaciones de la misma, y éstos son hacedores de arte, ergo, la naturaleza lo es también. Pero en esto es obviamente una deducción decepcionante.
Pero, a pesar de no tener un razonamiento concluyente, tenemos por el contrario un indicio de mucho peso: la epifanía o el aware. ¿Por qué razón nos conmueven ciertas manifestaciones de la naturaleza como las descritas anteriormente? Una puesta de sol es hermosa, pero una ballena moribunda golpeando un escollo parece algo más, ¿obra de un dios artista? Tal vez no, pero parece que sí, pues nos afecta. Y este «parece que sí» quizás no sea más que una simple antropomorfización. Se me antoja como plausible que el ser humano vea este tipo de epifanías como obras de alguien o algo porque nosotros sí atribuimos la creación sistemáticamente a otro ser-hacedor.
En base a esta conclusión, la atribución de autoría de forma consciente e intencionada a algo (naturaleza o animal/vegetal), sería una forma de «muletilla» para poder aprehender la dimensión de este fenómeno y que se seguiría la afirmación: sólo los humanos son capaces de realizar obras de arte, y en este caso, en la naturaleza. Por ende, en tales supuestos, las manifestaciones estéticas de la naturaleza que afectan a los poetas o a la gente sensible no son más que pura casualidad salvaje.
Sin embargo, el hecho de basarnos justamente en una muletilla racional no deja de ser cuanto menos indicativo de sospecha. Dicho en otras palabras: sería lo mismo decir que sólo aceptamos la construcción del universo si somos participes; o dicho simple y llanamente: creer que los humanos somos los únicos hacedores por el mero hecho de ser conscientes e intencionados. Particularmente, pienso que es el mismo error de ciertas corrientes filosóficas: creerse un dios por tener un encéfalo desarrollado.
En consecuencia, creo que no podemos rendir cuentas con el hacedor de Land Art, sea natural o animal/vegetal, sino que sencillamente debemos considerar estas epifanías como obras de arte igual que las resultantes de la acción de los humanos, porque del mismo modo los humanos nos sentimos afectados con estas obras epifánicas. Es decir, podemos considerar estas epifanías «arte sin autor», si es que nos incomoda aceptar el animismo o energías creadoras. Pero, si somos capaces de aceptar la creación de un modo más amplio, aceptamos también ser sólo copartícipes de la creación universal dentro de una dimensión más holística.
© 2019, texto y fotos: Jordi Glez