En psicología, la resilencia designa la capacidad de adaptarse positivamente a situaciones adversas. También se usa ese concepto en física y química, con los distintos materiales o substancias y su capacidad de recobrar su estado inicial o de superar el estrés o una adversidad grave. Parece plausible también considerar como resilentes incontables lugares naturales donde el hombre ha puesto su mano de forma destructiva o extractiva y que, con el tiempo, se han adaptado positivamente a los cambios sufridos y que ahora éstos son extraordinarios en un sentido estético.
Para ilustrar el concepto de resilencia en relación con el land art, he elegido dos ejemplos de canteras en España que han tomado caminos distintos porque en una el ser humano no ha intervenido en su regeneración y en la otra sí. En el primer caso nos referimos a las canteras de Alpedrete (Comunidad de Madrid), y la otra, a Les pedreres de s’Hostal en Ciutadella (isla de Menorca). Las canteras de Alpedrete fueron el motor económico del municipio durante décadas y fueron destinadas a la construcción de casas y monumentos, incluido el controvertido Valle de los caídos. Después de la explotación, las canteras fueron abandonadas y el subsuelo y las lluvias se encargaron de llenarlas parcialmente. Actualmente, son un lugar muy peculiar en la dehesa de dicho pueblo donde proliferan anfibios, aves y reptiles. Un ecosistema surgido después de la intromisión humana que posee una estética wabi-sabi, ordenadamente agreste.
El otro ejemplo, el de Lithica-Pedreres de s’Hostal, en las afueras de Ciutadella, ha tenido una intervención humana considerable después del fin de las extracciones de marés. En dicho lugar se ha habilitado un jardín, se han esculpido figuras, realizado intervenciones y creado un laberinto, además de ser un lugar excelente para la celebración de eventos culturales por sus amplios y hermosos espacios. Una fundación privada se encargó de proteger dicho espacio en ruinas y abandono para dotarlo de sentido y convertirlo en lo que es hoy: una obra land art majestuosa que es en sí un contenedor de más obras y creaciones.
Estos dos ejemplos son, por así decirlo, milagrosos. No es en absoluto frecuente que después de una intervención humana tan exagerada y brutal en la naturaleza que ésta se reponga fácilmente, sola o con ayuda, y mucho menos que adquiera plasticidad en un breve periodo de tiempo. Considero necesario e importante que las personas, o en nuestro caso los artistas, podamos recuperar estos espacios y cerrar sus heridas con la misma naturaleza o con la sociedad si se da el caso, ya que incluso las canteras dejan atrás un pasado de trabajo duro y explotación humana. Sucede que en las ciudades, los solares vacíos pueden convertirse en huertos si la propiedad del suelo lo permite, en la naturaleza debería poder considerarse esta posibilidad en el caso de que no exista una resilencia intrínseca, es decir, que la naturaleza no puede regenerarse ella misma. En el supuesto de las canteras, y más concretamente el de Menorca, la resilencia inducida por los humanos es un ejemplo a seguir, ya que las piedras no volverán a su sitio y el lugar podría acabar como un vertedero ilegal.
Por lo dicho, los artistas deberían estar «movilizados» en tales situaciones de resilencia asistida. Denunciando las heridas abiertas en la naturaleza con el propósito de proponer acciones que estimulen la recuperación y a ser posible que ofrezcan un sentido estético sin perder la actitud crítica por la destrucción humana desmesurada.
© Texo y fotos: Jordi Glez